1/11/2019

Las aventuras de Stickerman


Episodio 1. Génesis

Steven era un chico formal, algo tímido pero responsable. Con su actitud y aptitudes no tardó demasiado en ganarse la confianza del equipo de producción de una empresa de nombre Tenvinilo, dedicada a la fabricación de vinilos para decoración. Era su mundo, se sentía cómodo y Steven parecía fluir entre plotters, máquinas de impresión y sus manos pelaban el material con gracia y rapidez. 

Ese día empezó con normalidad, nadie podía augurar lo que iba a pasar.

La empresa tenía pendiente un encargo importante de vinilos que tenía que salir sí o sí a la mañana siguiente rumbo a Holanda. A media tarde un par de máquinas de forma extraña e inesperada fallaron y el pedido quedó parado durante horas. Cundía el pánico. No fue hasta última hora de la jornada que se consiguió reestablecerlas. Steven se ofreció a trabajar hasta la hora que hiciera falta para que el mensajero se encontrara todo preparado a primera hora y eso hizo.

Fuera, en el exterior, se fue formando una tempestad, el tiempo era terrible esa noche. Viento, lluvia… y nubes negras en remolino amenazaban con truenos y rayos que parecían lanzados por el mismísimo Júpiter. Con cada relámpago el edificio temblaba cada vez más. Pero el último de la noche hizo que en un acto reflejo Steven se agachara, parecía haberle caído justo encima. Las luces se apagaron, todo quedó en silencio. A los pocos segundos las máquinas empezaron a vibrar. Se encendieron las luces sin que hubiera electricidad. Steven no entendía nada y su piel se erizaba del terror. La vibración era cada vez mayor, el zumbido ensordecedor. Hasta que cesó. El cuerpo del chico se relajó un instante hasta que de uno de los plotters se proyectó una onda eléctrica seca y potente que alcanzó al joven. Esa corriente descomunal pasó luego a la máquina de impresión, inmediatamente al resto de plotters, los ordenadores… ¡Steven gritaba! El dolor era inmenso y la luz dentro del taller cegadora. Hasta que todo cesó.

Al día siguiente Gerard abrió como siempre la oficina. Se extrañó al no ver el pedido de Holanda preparado y mientras llamaba al responsable de producción para ver que había pasado encontró a Steven en el suelo desfallecido con la ropa calcinada.

……….

Todos los trabajadores de Tenvinilo pasaron a visitar a Steven al hospital. No recordaba nada. Solamente tenía ganas de que le dieran el alta y volver pronto al taller. Se sentía con fuerzas pero los médicos tenían dudas; algo extraño había en las radiografías y los distintos análisis que le hicieron. No tuvieron más remedio que darle el alta.

Al salir de la clínica Steven pidió un taxi para volver a casa. Al levantar la mano vio caer a su lado un trozo de vinilo blanco mate. “Debería tener alguna etiqueta enganchada en la chaqueta” pensó.

Subió al vehículo y al disponerse a abrir la puerta su mano quedó enganchada al tirador. Tuvo que insistir para soltarse. Cuando iba a cruzar el paso cebra para llegar a su portal observó que una señora cruzaba ensimismada en rojo sin percatarse de la furgoneta que no parecía frenar. Steven intuyó el peligro con inusitada rapidez y alargó su brazo. Este se estiró envolviendo a la dama y levantándola más de tres metros sobre el suelo. La mujer, sobresaltada, miró atrás para ver qué había pasado. Steven no quería que le descubriera y por instinto saltó al lateral de un camión que pasaba delante suyo, abalanzándose sobre la tela y quedando perfectamente adherido. Como si un vinilo se tratara.

Subió corriendo a su casa. Saludó a su tía abuela Mary-Anne y se encerró en su cuarto. Asustado se dijo:

-¿Qué me está pasando? ¡Me adhiero a todo! Parezco un adhesivo humano. Seguro que tiene que ver con lo que pasó la otra noche. Recuerdo los rayos ahora y algo entrando en mis entrañas, como tiñendo mi alma. Intuyo algo… intuyo algo. Tengo que probarlo.

Y Steven cerró los ojos y sintió poder en su interior. Estiró la piel de sus manos y vió que se desprendía para luego volver a crecer al momento. Se desprendía y resultaba ser una potente lámina adhesiva. La lanzó hacia un balón de baloncesto que había en el suelo a más de dos metros y lo atrajo hacia si en un santiamén. Saltó al techo y se agarró fuertemente con la yema de los dedos pequeños de cada mano. ¡Se sentía eufórico!

Durante toda la tarde y la noche fue poniendo a prueba sus poderes. Si lo pensaba el lanzamiento de su vinilo corporal podía tomar distintos colores, gramajes y características. Si pensaba 082.A lanzaba un tono claro, si gritaba “glass reversed” podía invertirse y colocar sus pies en la techumbre. Es como si todo Tenvinilo se hubiera mimetizado con su ADN. 

Temeroso se acercó a la ventana. Quería comprobar algo, un fuerte presentimiento le recorría el espinazo. 

Vivía en un sobreático, la distancia hasta tierra provocaba un vértigo aterrador. Pero extrañamente se sentía confiado. Se lanzó sin pensarlo al vacío y a medio caer susurró para sus adentros “papel transportador”. ¿Y de sus pies surgió una lámina rectangular de 122x200 cm exactamente! Con el mismo tipo de papel que se usaba en su trabajo para facilitar el trabajo de aplicación de los vinilos a los clientes que compraban los productos de Tenvinilo, empresa puntera que decora tu vida y vende actualmente en más de 40 países de todo el mundo. 

Y sobrevoló su ciudad subido a la pieza transportadora, como si la alfombra de Aladino se tratara. En ese momento se percató; nunca más sería sólo Steven. A partir de ese momento lucharía contra la maldad del mundo y de paso decoraría las casas de la gente con su nuevo alter ego: STICKERMAN.

11/01/2015

Cuento de primaria

¿Quién pica abajo a estas horas un domingo por la tarde? Abre tú. ¿Mi hermana que pasaba por aquí paseando al perro? Bueno, bien. Me quedo sentado en el sofá, deja la puerta abierta. Llega el ascensor. Se oyen pasos raros, como de mucha gente y risas acalladas. Me voy a incorporar un poco. ¡Joder! ¡Los del grupo! ¡Los de Girona! ¡Los del instituto! ¿Qué pasa aquí? ¡Que alegría! ¿Venís a verme? ¿A mi casa? ¿A los niños? ¿Sin previo aviso? ¿Para reir, abrazarnos, hablarnos y escucharnos?...

Y como todo buen cuento de alumno de primaria sonó la alarma, me desperté y el sueño se esfumó.

4/20/2015

Sapo sopa sopa tanto

Sorbo a sorbo, observo absorto sorber sopa a un sapo. ¡Sabroso! Sobretodo que no sobre. ¿Sabrá absorber la sopa el sapo que absorto observo?

2/19/2015

Sobre la amistad

Los cuerdas de nylon que unían nuestras pupilas se resquebrajan. El hablar otrora fluido navega ahora por un aire espeso y turbulento. Nos pisamos. Queda la nostalgia y un amor eterno pero cimentado en lo que fue, que es lo que es y no lo que será. Me duele ver cómo recorréis diez mil kilómetros para veros y no levantáis la vista cien kilómetros hacia al sur para alargar la mano y agarrarme del hombro.

La distancia se mide en años, en hijos, en estados vitales y cada vez nos separan más arrugas e intereses. Porque eso es lo que creo, lo que huelo. Que ya no os intereso. Malvenido sea.

11/09/2014

Cuento del Arco Iris

Érase una vez un gallo que cacareó muy fuerte, más que nunca. Se cuenta que hubo un día que el Sol amaneció malhumorado y brilló como jamás se había visto. Estaba tan rabioso que a cada hora que pasaba y a medida que escalaba el cielo hacía más y más calor. Los niños que jugaban en los parques empezaron a sudar, a tener sed y hubo un momento que tuvieron que guarecerse en la sombra o volver a casa porque el bochorno resultaba asfixiante. Los columpios y toboganes se vaciaron y al Sol no parecía importarle. Unas nubes lejanas que sobrevolaban el mar lo vieron y decidieron cargarse de agua y cubrir el firmamento entero. Empezaron a descargar lluvia y refrescar el ambiente. Los niños volvieron a las plazas a jugar con los charcos. Pero el Sol que seguía enfadado brilló aún con más ímpetu y sopló y sopló intentado despejar el cielo. Las nubes no pensaban retirarse e hicieron llover más. La lucha encarnizada provocó rayos tremendos. Tan estruendosos eran los truenos y cayó tanta agua que los niños huyeron de nuevo y las calles volvieron a vaciarse. Al cabo de un rato ya exhaustos por la batalla, Sol y nubes se tomaron un respiro, miraron abajo y vieron cuán desolada estaba la tierra que entristecieron. Pactaron una tregua, dialogaron e hicieron las paces. El Sol se comprometió a no brillar con tanta fuerza y los nubarrones decidieron dispersarse. Los chiquillos se asomaron a los balcones y el clima era tan agradable que salieron todos en tropel a celebrarlo en sus atracciones favoritas y con sus juegos favoritos. El astro y las nubes se alegraron tanto de ver tanta vida allí debajo que se fundieron en un gran abrazo del cual nació una colosal bóveda multicolor que rodeó el cielo y que dejó boquiabierto a todo el mundo. Lo llamaron Arco Iris, la sonrisa del firmamento, y siguió fascinando a los hijos de los hijos de aquellos niños hasta nuestros días.

9/08/2014

Historias de familia y de desarraigo

En agosto de 1951 nace mi padre en un pequeño pueblo de Jaén. Su padre es hemofílico y lleva unos días enfermo. Tiene apendicitis, o lo que es lo mismo, está desahuciado, condenado a muerte. Pero tiene tiempo de ver a su hijo, incluso de ir a registrarlo aun con tremendos dolores. Diez días después de ver nacer a mi padre mi abuelo muere. Mi abuela entra en un estado de shock brutal y es prácticamente incapaz de cuidar de su hijo. A principios de los años 50 no era fácil que un médico te tratara depresiones post-traumáticas o sea lo que fuere lo que le pasara mi abuela. Mi padre abandona el pueblo de sus antepasados y viaja con su familia materna a Ponferrada dejando atrás la mitad de su herencia, a la familia de su apellido paterno. De hecho llamará "papa" en lo venidero a su tío Luis, hermano de su madre. Y en el Bierzo creció mientras los suyos trabajaban por un mísero jornal en las minas. Los niños de allí le llamaban "fulero andaluz" pero, por lo que me explicó, era feliz.

Volvió a arreciar el hambre y la necesidad de mejorar y la familia tuvo que volver a emigrar. Viajaron a Sabadell con lo puesto. No podías viajar con más, ni con un juguete, porque si la policía te veía con algo que significara que ibas a establecerte en Madrid o Barcelona te deportaban. Te metían de nuevo en el tren de vuelta a donde fuera. Mi padre siempre recordaba lo triste y gris que le pareció Sabadell al llegar. Lo duro que fue para él dejar atrás a sus amigos y el paisaje en el que se había criado. De la misma manera que fue duro para sus padres y sus abuelos dejar atrás su casa, su tierra, su gente y su cultura.

En Sabadell se quedaron. Al principio como todos los inmigrantes: viviendo en barracas o en cuevas. Luego trabajando todos en fábricas textiles en extenuantes jornadas de 12 horas, sábados incluídos, con las pagas bajas de los Estruch, Bose y Llonch correspondientes. La vida del trabajador andaluz, murciano o catalán era dura. Pero había trabajo. Y mi padre conoció a mi madre, se casaron, tuvieron casa y tuvieron hijos sabadellenses. Y luchó por el fin de la dictadura y por un Estatut d'Autonomia. Pero siempre fue un fulero andaluz en una tierra que amaba.

Mi abuela materna era madrileña. Se enamoró de joven de un socialista al que acompañaba por amor en reuniones clandestinas. Una vez la policía franquista hizo una redada. Ella no pudo huir y la metieron en la cárcel varios años. Su padre cordobés y su madre toledana la repudiaron y salió de la cárcel embarazada, durmiendo en bancos a la intemperie en Madrid. Tuvo a mi madre sola en la Inclusa de Chamberí. En prisión se hizo amiga de Encarna, una mujer que detuvieron en Córdoba años atrás por pasar comida a los maquis, la resistencia antifranquista. Me han contado que cuando la capturaron la pasearon desnuda por su pueblo, simplemente ataviada con un capirote y un cartelito colgado al cuello que ponía "roja". Encarna tenía dos hijos, Florencio y Paco que tuvieron que vivir varios años sin padre ni madre. Luego emigraron a Cardona a trabajar como tantos otros en las minas de sal. Cuando Encarna salió de la cárcel se reunió con sus hijos allí y se trajo consigo a Carmen, mi abuela, y a mi madre que llamaron Encarna también. Paco y Carmen se casaron poco después y mi madre adoptó el apellido Mesa de mi abuelo Paco que con mucho orgullo es también mi apellido. Y de Cardona también fueron a Sabadell. Trabajaron también todos durantes largas jornadas y vivieron en barracas.

Al tiempo mi madre conoció a mi padre, se casaron, tuvieron su casa e hijos sabadellenses.

Y yo siento que estoy en casa cuando veo la Mola, la montaña emblemática de mi comarca. Y me siento en casa cuando mi abuela canta las canciones que aprendió de su abuelo y que este aprendió de su abuelo en un pequeño pueblo de Jaén.

5/19/2014

Quisiera decir unas palabras

¡Cling, cling, cling!
Perdón, perdón. Siento interrumpir pero la novia me ha pedido que diga unas palabras en calidad de padrino de boda. Diré pues unas palabras, pero no al tuntún en plan "caracol" "ojiplático" o "sartén". No. Uniré las palabras con artículos, conjunciones y preposiciones. Pero no en plan "rueda con la esquina y jirafa". No. Usaré verbos y formaré frases con complementos circunstanciales, formas verbales, sujetos y predicados de manera que todo adquiera cierto sentido.
 
Muchas gracias por su atención.